Saca de enero de 2007
D.O. Manzanilla Sanlúcar de Barrameda
15% alc.
Edición limitada a 1500 botellas de 75 cl
Bodega: Miguel Sánchez Ayala S.A. Sanlúcar de Barrameda
La cuarta entrega de la serie “La Bota de…” fue La Bota de Manzanilla “Las Cañas”, un vino producido bajo el control del EQUIPO NAVAZOS en la casa Sánchez Ayala. La saca, hecha en enero de 2007, procede de la selección de los ocho mejores toneletes de 45 arrobas (750 litros) de entre las cuarenta vasijas que forman la más criada solera de manzanilla de esta pequeña y antigua bodega sanluqueña.
Se trata de una manzanilla de terruño, tanto desde el punto de vista de la procedencia de la uva, como desde el punto de vista de la crianza del vino. En cuanto al viñedo, el vino proviene de la finca ‘Las Cañas’, situada en el Pago Balbaína y de la que el vino toma su nombre. En cuanto a la crianza, las centenares de botas de manzanilla de la casa Sánchez Ayala se ubican sus bodegas del antiguo barrio de la Balsa, una zona de Sanlúcar robada al estuario del Guadalquivir a lo largo de los siglos. Una de ellas, la Bodega San Pedro, remonta su antigüedad por lo menos a la segunda mitad del Siglo XVIII, ya que se conservan las escrituras por las cuales el Marqués de Casa Arizón, tras la crisis provocada por el hundimiento de su flotilla comercial a causa de un temporal, la segregó del conjunto de dependencias de su Palacio para venderla a un cura de Cádiz.
La finura de los mostos jerezanos de palomino fino, unida al ambiente húmedo y suave creado por la cercanía a la bodega del océano y de la capa freática, producen un vino delicado, con marcado acetaldehído como consecuencia de la ininterrumpida crianza bajo velo de flor. Siguiendo la tradición sanluqueña, esta manzanilla se cría a lo largo de una docena de escalas que son corridas en pequeñas y frecuentes sacas.
La Bota de Manzanilla, por su personalidad y frescura, es una insuperable compañera en la mesa, desde la mágica combinación con jamón de bellota y otros embutidos de cerdo ibérico, o con yodados mariscos y crujientes frituras de pescado, hasta incluso guisos contundentes en los que ayuda a refrescar el paladar: una fabada con su compango, un cocido y sus vuelcos sucesivos…
Se trata de un vino embotellado en rama para preservar su autenticidad, por lo que mantiene el brillante color amarillo intenso con reflejos verdes que esta clase de vinos lucen en su estado puro, lejos de la artificiosa palidez que se ha impuesto en el mercado de finos y manzanillas. Por prudencia con respecto a su capacidad de guarda, inicialmente se aconsejó consumir a corto plazo, pero la verdad es que en la actualidad, casi año y medio después de haberse embotellado, está magnífica, con una espectacular evolución en botella que muestra un vino cada vez más complejo.